La Forma Pensamiento
(FP) no es un simple pensamiento. Hay una gran diferencia. Tomar conciencia de
ello, saber cómo se forma y de qué manera funciona y actúa ese bagaje que
transportamos de un periodo a otro de la vida, incluso a veces de una vida a
otra, nos aporta el bien más precioso: la libertad de ser lo que somos desde
siempre, seres de luz que experimentan la vida de manera única y diversificada
al mismo tiempo.
Las FP se crean en el
plano mental, por lo que apenas hay FP en las formas de vida que no han
desarrollado la mente – o lo han hecho a nivel muy elemental, ni, en
consecuencia, los conceptos que la acompañan. Para crear una FP, el ser debe
estar individualizado y, además, tiene que haberse establecido ya en él, la
personalidad egótica. Las emociones, que permiten la existencia de lo que
llamamos ego, actúan de un modo muy concreto en ese proceso, puesto que gran
parte de las FP se originan en el tercer chakra, que está directamente
relacionado con la esfera emocional.
Una FP es una fuerza que
entra en acción en cuanto ha sido creada. A partir de ese momento, todos los
planos, tanto el físico como los sutiles pueden verse afectados por ella, y
reaccionar en función de la información contenida en ese pensamiento, más o
menos impreciso, que hemos generado.
Cuando la Vida nos
presenta un acontecimiento, éste ha sido atraído por el alma para darnos
ocasión de crecer y de experimentar lo que, en el fondo, desea nuestro ser. Sea
lo que sea, se trata siempre de una experiencia relacionada para volver al Ser.
El acontecimiento,
cualquiera que sea, es en sí mismo, neutro; quiero decir que, cuando surge, no
se le puede calificar, en principio, de justo o injusto, de bueno o malo. ¡Es
un acontecimiento, simplemente!
Sin embargo, la forma en
que lo contemplemos hará que evolucione en un sentido u otro, y eso es lo que
le dará una coloración única: la nuestra. (Recordemos las palabras de Kant) Lo
que sintamos frente al acontecimiento en cuestión dependerá del bagaje que cada
uno lleve inscrito en lo más profundo de su ser, fruto de vidas pasadas, y de
los medios que le hayan proporcionado la educación, la religión y la cultura, en
general, así como el ambiente de bienestar material o de carencia en el que
haya vivido, etcétera.
Los Nadis:
Los nadis son como unos canales por los que circula la luz, que al
distribuirse por todo el organismo nos da la vida en los planos sutiles y,
evidentemente, repercute de inmediato en el plano físico. Forman una red de luz
que inunda los diversos cuerpos y nos permite entrar en resonancia con el
universo entero. Así pues, no se trata de una información que circule sólo por
nosotros, sino que está conectada con todos los organismos vivos de todos los
universos. Hay que decir, por otro lado, que la luz no circula por ellos en
línea recta, sino formando una curva característica, la lemniscata, que, como
se sabe, es el símbolo del infinito.
Cuando una FP se
enquista a lo largo de un nadis, obstaculiza la circulación de la energía; en
consecuencia, los diversos cuerpos de la persona no se revitalizan de modo
adecuado. Si la circulación por los nadis de las piernas no es correcta, antes
o después aparecerá en ellas alguna disfunción física, concretamente trastornos
en la circulación sanguínea. De la misma manera, si hay escorias obstruyendo
los dos grandes nadis que se cruzan en el pecho, con el tiempo se producirán
trastornos cardíacos.
Si tenemos apertura
suficiente como para comprender esto, aceptaremos el hecho de que, lo que
ocurre en el plano físico, no es más que la consecuencia de una vivencia que la
persona mantiene sin resolver en lo más profundo de sí misma, impidiendo que la
circulación sutil de la luz sea fluida. Todas las FP que nos abruman han sido
creadas por nosotros; nos producen asfixia, tanto en el cuerpo como el alma,
impidiéndonos avanzar. Son ellas las que, por falta de alegría, producen
esclerosis en los nadis y, en consecuencia, en las arterias físicas; también
son ellas las que provocan el endurecimiento muscular y articular y, en
definitiva, las que nos envenenan la sangre.
Entorpecen la
circulación y nuestra conexión con el universo, con lo que obstruyen lo más
luminoso que hay en nosotros.