miércoles, 15 de mayo de 2019

Centro Inferior y los Vínculos



La fuerza vital de la madre activa el ombligo del niño. Hay un tipo de electricidad que fluye continuamente entre el ombligo de la madre y el ombligo del niño. Después, a lo largo de su vida, siempre que el niño se acerque a una mujer de la que fluye una energía parecida a la de su madre, el niño sentirá inconscientemente un cierto vínculo. Y no comprenderá en absoluto qué clase de vínculo ha empezado a sentir ni por qué. Hemos llamado amor a este vínculo desconocido. No somos capaces de reconocerlo, por eso decimos que es «ciego», el amor es ciego. Del mismo modo que los oídos no pueden ver la lengua no puede oler y el ojo no puede saborear, el amor es ciego porque surge de unos niveles tan profundos que nos resulta difícil comprender las razones de esto.

Con algunas personas de repente sientes una fuerte repulsión, sientes que quieres alejarte de ellas. Y no entiendes cuál es el motivo de querer alejarte. ¿Por qué te quieres alejar? Si tu electricidad y la de ellos -a las que afecta el ombligo- es opuesta, entonces tendrás que alejarte sin poder entenderlo. Sentirás como si algo te obligase a abandonarles. Pero a veces te sientes atraído hacia una persona y no entiendes por qué; aparentemente, no hay ningún motivo. Percibes tu electricidad y la suya como si fuesen más próximas, similares, del mismo tipo, conectadas la una a la otra, por eso tienes esa experiencia.

Hay tres tipos de vínculos en la vida del hombre. Hay vínculos intelectuales, que no son muy profundos. El vínculo que existe entre un maestro y su alumno es de este tipo. Hay vínculos de amor, que son más profundos que los intelectuales. Los vínculos que hay entre una madre y un hijo, entre hermanos, entre un marido y una esposa; son este tipo de vínculos, surgen del corazón. Después hay vínculos más profundos que surgen del ombligo. Yo denomino a los vínculos que surgen del ombligo «amistades». Son más profundas que el amor. El amor puede acabarse, la amistad no se acaba nunca. Mañana podemos odiar a la persona que hoy amamos, pero si alguien es un amigo nunca se convertirá en un enemigo. Si se convierte en un enemigo sabremos que nunca hubo amistad desde un principio. Los vínculos de amistad están en el ombligo, son vínculos que pertenecen a esferas más profundas y desconocidas.

Por eso Buda no le decía a la gente que se amasen los unos a los otros. Él hablaba de amistad. Tenía un motivo para hacerla, decía que en tu vida debería haber amigos. Hubo alguien que incluso le preguntó: «¿Por qué no lo llamas amor?». Y Buda respondió: «La amistad es algo mucho más profundo que el amor. El amor puede acabarse, la amistad nunca se acaba.»

El amor ata, la amistad te da libertad. El amor puede esclavizar, puede poseer, puede convertirse en tu amo. La amistad nunca se convierte en el amo de nadie, no retiene a nadie. No te aprisiona, te libera. El amor se convierte en una esclavitud porque los amantes se empeñan en creer que el otro no debería amar a nadie más que a ellos. La amistad no insiste en esto. Alguien puede tener miles de amigos, millones de amigos, porque la amistad es una experiencia muy amplia, muy profunda. Surge del centro más profundo de la vida. Por eso la amistad, en última instancia, se convierte en el mejor camino para conducirte hacia la divinidad. La persona que es amiga de todo el mundo, tarde o temprano alcanzará la divinidad, porque sus vínculos tienen lugar con el centro del ombligo de los demás. Y cualquier día acabará vinculándose con el centro del ombligo del universo. Nuestros vínculos en la vida no deberían ser meramente intelectuales, no deberían pertenecer meramente al corazón, deberían ser más profundos, deberían. Pertenecer al ombligo.

Por ejemplo, en ninguna parte del mundo está claro, antes o después quedará claro, antes o después llegaremos a saberlo, que estamos conectados con fuentes de energía vital muy alejadas, con una energía que no podemos ver. Sabemos que la luna está muy lejos; a pesar de todo, tiene una influencia desconocida sobre el océano: el océano sube y baja con la luna. Sabemos que el sol está muy alejado, pero está conectado con la vida por medio de unos hilos invisibles: ¡El sol sale por la mañana y la vida se revoluciona! Todo lo que estaba dormido, todo lo que estaba como muerto, todo lo que estaba inconsciente se vuelve consciente. Lo que está dormido empieza a despertarse, las flores florecen, los pájaros cantan. Hay un flujo invisible del sol que nos afecta.

Hay otras fuentes de energía vital invisibles que nos alcanzan de este modo: manejan nuestras vidas constantemente. No sólo el sol, no sólo la luna, no sólo las estrellas en el cielo; la vida misma tiene un flujo de energía que no se ve en ninguna parte pero que nos afecta continuamente y maneja nuestros centros. Cuanto más receptivo es nuestro centro, mayor es la influencia en nuestras vidas de esta energía. Cuanto menos receptivo es nuestro centro, menos posibilidades tendrá esta energía de afectarnos.

Sale el sol, florecen las flores, pero si levantamos un muro alrededor de la flor y no le llega la luz del sol, entonces la flor no florecerá, se marchitará. Encerrada entre cuatro paredes la flor se marchitará. El sol no puede entrar a la fuerza y abrir la flor. La flor tiene que desearlo, tiene que estar dispuesta. La flor tiene que darle la oportunidad al sol de llegar y abrirla. El sol no puede estar buscando una sola flor, buscando la flor que está escondida detrás de un muro para poder llegar hasta ella. El sol ni siquiera sabe nada de las flores. Es un proceso vital absolutamente inconsciente: sale el sol, florecen las flores. Si la flor está encerrada tras una pared no florecerá, se marchitará y morirá.

La energía vital fluye en todas las direcciones, pero aquellas personas cuyos centros del ombligo no estén abiertos estarán privadas de ese flujo. Ni siquiera sabrán que existe. Ni siquiera se darán cuenta de que esa energía estaba ahí y les podía haber influido, que había algo escondido dentro de ellos que se podía haber abierto. Ni siquiera se darán cuenta de esto. El florecimiento del ombligo, que desde la antigüedad ha recibido el nombre de flor de loto porque tiene la posibilidad de abrirse, una energía vital lo puede abrir. Es necesario que haya cierta preparación para ello. Para ello, nuestro centro debería estar disponible al cielo abierto y deberíamos darle nuestra atención. Entonces, la energía vital que estaba a nuestra disposición puede alcanzar el centro del ombligo y darle vida. (El libro del Hara-Osho).
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