Imagina, por
ejemplo, que al comenzar a conocerte descubres que guardas un montón de ira
reprimida. Una cantidad grande y fea de esa ira que siempre habías criticado en
los otros y nunca habías reconocido en ti. Bueno, es evidente que obviarla no
la ha hecho desaparecer, sino todo lo contrario, aquello que decidimos no
contemplar se va ensanchando en la sombra a la espera de encontrar una fisura por la
que escapar, y cuando lo logra lo suele hacer de forma distorsionadora y
demoledora.
Sin embargo, al
observarla sin juicio puedes hallar su raíz para así sanarla y transformarla en
aceptación, en rendición o incluso en amor.
Aunque parezca
complicado, vislumbrar esas partes de ti te ayudará a algo que es
imprescindible si de verdad deseas amarte, amar y ser amado: a conocer tus heridas
para así poder sanarlas.
Comienza a
observar tus comportamientos, tus reacciones, tus deseos, tus necesidades, etc.
No importa lo que descubras, para empezar, simplemente observa con honestidad y
no juzgues ni justifiques nada de lo que veas. Porque cada vez que te juzgues
buscarás consciente o inconscientemente recibir un castigo, y cada vez que te
justifiques darás alimento tóxico a tu ego para que defienda las altas murallas
del personaje que te mantiene alejado de tu esencia.
La misión de
nuestro ego es mostrarnos las puertas que cerramos al Amor. Solo de ti depende
dejar de buscar justificaciones, explicaciones y culpables, y volver a darte
una oportunidad. (Virginia Blanes)