Muchas veces, por más
medicinas, masajes, doctores y remedios que hagamos, el cuerpo no sana o sigue
enfermando, o se cura de momento para luego volver a recaer. ¿Qué hace falta?
Ir a la raíz del problema: lo que sentimos.
La enfermedad no es algo ni malo ni bueno, es solo una forma en
que el cuerpo hace un esfuerzo por adaptarse a alguna circunstancia de nuestra
vida. Cuando el cuerpo duele o tiene algún impedimento o problema para
funcionar de forma armónica, nos avisa de alguna forma que tenemos que tomar
descanso, reposo, alejarnos de nuestra rutina de vida, y reconsiderar la forma
en cómo estamos viviendo. Si no hacemos caso a esto y no reconsideramos,
entonces el cuerpo lo volvera a decir en forma de enfermedad, cansancio,
debilidad, etc.
La enfermedad es un movimiento del amor del
espíritu que nos lleva hacia la vida, deshaciendo el largo camino que hemos
seguido para alejarnos de ella. La enfermedad sólo aparece cuando nos hemos
negado una y otra vez a afrontar conflictos con los que la vida nos retaba.
La vida es bifásica, dual. La fuerza, la
energía y el amor nacen del equilibrio, de la fusión de dos opuestos, de dos
fases complementarias, una negativa y otra positiva, de dos polaridades. Todo
lo que existe es energía, y la estructura de la energía es bifásica: la
energía se produce cada vez que se equilibran
dos fases opuestas, fases constituidas de partículas negativas y partículas
positivas. La energía se produce cuando electrones y positrones se equilibran,
cuando se fusionan un hombre y
una mujer, cuantío un perpetrador y su víctima se reconcilia.
Formamos campos de energía a la vez que
vivimos en campos de energía, por lo que todo lo que vivimos lo vivimos en
Forma de polaridades. Y la fuerza que permite el equilibrio o compensación de
esas polaridades pertenece a un campo distinto del nuestro. Nuestros campos
están regidos por el espacio y el tiempo, una jerarquía natural nos da a cada
uno nuestro lugar en función de nuestra fecha de entrada en la vida. Mientras
que la fuerza que necesita la integración de los contrarios para hacer surgir
de ella su energía de amor es un campo que no conoce ni el tiempo ni el
espacio, no es antes ni después de nuestros campos; es ahora, siempre ahora, y
está a la vez fuera y dentro de ellos, a la vez trascendente e inmanente. Esta
fuerza, este campo, asequible para nosotros sólo a través de sus efectos, precisamente
a través de la reconciliación y de la sanación que siempre aporta, lo
llamaremos espíritu, amor del espíritu, movimiento del espíritu.
El amor del espíritu es amor a los opuestos
como son. Es la fusión de los opuestos. Es reconciliación. Necesita los
opuestos para su posterior reconciliación. El amor del espíritu crea las
condiciones de ese amor mayor, o sea las condiciones de su propia existencia:
crea opuestos para que se combinen y, al combinarse, originar esa energía
superior. La enfermedad es una de las dinámicas del espíritu, es una dinámica
de reconciliación generadora de salud, de energía y de amor del espíritu.
La enfermedad es el resultado de nuestro
rechazo a la vida y, a la vez, una propuesta de solución tanto de nuestro
sistema familiar como de nuestro sistema corporal. La misión de la enfermedad
es llevarnos a la curación; pero no nos dejamos guiar. Nos enseña cómo la
curación pasa por la sanación, por una reconciliación, pero solamente nos lo
enseña, pues es un camino que debemos recorrer nosotros, conscientemente. Y, en
lugar de dirigir la mirada hacia donde nos indica la enfermedad, lo que hacemos
es mirarla incansablemente, a ella o al tratamiento. No entendemos la
enfermedad; hemos olvidado el lenguaje de los símbolos, de las señales. Ya no
sabemos ver la enfermedad; en Occidente, desde hace varios siglos, hemos
perdido la capacidad de leer la vida.
La enfermedad nos muestra siempre a alguien o algo que fue excluido. Su mensaje es: «El espíritu, que te lo ha dado todo, te pide que re incluyas a alguien que fue excluido por ti y por un ancestro, para poder seguir adelante con plenitud».
Como todo sistema vivo,
la conciencia familiar busca mantener su equilibrio y utiliza mecanismos «ciegos» de compensación cuando el equilibrio8
está en peligro. Cuando alguien se coloca por encima de la conciencia familiar,
rechazando a otro con su desprecio y sobre todo cuando este desprecio ha
causado la muerte, la conciencia familiar crea un fenómeno que recuerda esta
exclusión, que materializa el desprecio y lo pone a la vista de todos para que
se pueda reparar. (Brigitte Champetier de Ribes)
La enfermedad nos muestra siempre a alguien o algo que fue excluido. Su mensaje es: «El espíritu, que te lo ha dado todo, te pide que re incluyas a alguien que fue excluido por ti y por un ancestro, para poder seguir adelante con plenitud».
En el campo de la
conciencia familiar, todos los que han estado permanecen con un lugar
determinado, para siempre, independientemente de lo que hayan hecho; todos son
considerados por igual. Los campos son acumulación y
transmisión de la información. Nos
contienen a todos y para siempre. También contienen todas nuestras vivencias y
emociones. De modo que cada recién llegado recibe el bagaje anterior completo,
tanto lo amoroso y liviano como lo trágico y terrible.