martes, 19 de febrero de 2019

Evolución Espiritual



La masa de gente desinformada la confunde creen que las almas de los hombres caen en cuerpos de animales inferiores después de la muerte, y, al amparo de elevadas enseñanzas respecto a la reencarnación, muchos promulgan teorías sosteniendo que el alma del hombre está atada a la rueda de los renacimientos y debe vivir en un cuerpo tras otro, quiéralo o no, hasta que transcurra cierto gran ciclo y la especie se mude a otro planeta. No obstante, todas esas concepciones equivocadas están basadas en la verdad, son verdad, pero no son toda la verdad. Es cierto que después de la muerte, el alma de un hombre brutal, egoísta y bestial, será arrastrada por la fuerza de sus propios deseos hacia un renacimiento en el cuerpo de una de las razas humanas más inferiores y bestiales, ha reprobado el examen y fue devuelta a un grado inferior. Pero una vez que el alma ha alcanzado el nivel de humanidad, aunque sea primitivo, no puede retroceder al plano de la vida animal inferior. Por más bestial que pueda ser, ya ha adquirido algo de lo que el animal carece y nunca lo puede perder.

Y además, si bien la especie, como especie, tiene que esperar hasta alcanzar ciertos grados para poder avanzar, el individuo que ya se ha elevado por encima de la necesidad de un renacimiento inmediato, no es forzado a reencarnar como un hombre de la presente etapa de desarrollo, sino que puede esperar hasta que la especie lo “alcance”, por decirlo así, y él se le incorpore en su trayectoria ascendente, mientras el período intermedio se aprovecha entre los planos más elevados del mundo astral o en estadías temporales conscientes en otras esferas materiales, ayudando en el trabajo de evolución de toda la Vida.

Y, así, muy lejos de la espiritualidad despierta del hombre obligado a sufrir continuos renacimientos involuntarios, él no vuelve a nacer excepto con su propio consentimiento y deseo, y con una estabilidad de la conciencia, dependiendo esa estabilidad del logro espiritual alcanzado. Muchos de los que leen estas líneas están parcialmente conscientes de sus pasadas existencias carnales, y su atracción hacia estos temas se debe a la semi-conciencia y reconocimiento de la verdad. Otros, ahora encarnados, tienen diversos grados de conciencia, logrando en algunos casos, una completa memoria de sus vidas pasadas. Y, está seguro, que ud, de que cuando alcances cierto grado de despertar espiritual (y puede que ahora ya lo hayas alcanzado) habrás dejado atrás el renacimiento inconsciente y, después de que hayas abandonado tu cuerpo presente, y después del período de reposo espiritual, no volverás a renacer, hasta que estés listo y lo desees, y entonces traerás contigo una memoria continua de todo lo que elegiste traer a tu nueva vida. De manera que, deja esa impaciencia sobre el renacimiento forzado, y deja de preocuparte por tu imaginaria pérdida de conciencia en vidas futuras. El logro espiritual es lento y arduo, pero cada pulgada ganada es un gran adelanto y nunca vuelves atrás, ni pierdes la más mínima parte de lo que has ganado.

Aun aquellos que renacen inconscientemente, como la mayoría de la especie, lo hace contra su voluntad o deseo?. Por el contrario, renacen porque quieren, porque sus gustos y deseos crean anhelos que solamente la renovada vida carnal puede satisfacer y, aunque no están totalmente conscientes de ello, ponen en marcha nuevamente la Ley de Atracción y son conducidos a un renacimiento, justo en el entorno mejor calculado para permitirle cumplir sus deseos y satisfacer sus anhelos, deseos y anhelos que de esa manera mueren de muerte natural, y abren paso a otros más  elevados. Mientras la gente desee ansiosamente cosas materiales, las cosas de la carne y de la vida material, y no sea capaz de divorciarse voluntariamente de tales cosas, seguirá siendo arrastrada al renacimiento para que esos deseos puedan ser realizados y satisfechos. Pero cuando uno, por experiencia en muchas vidas, ha aprendido a ver las cosas tal como son, y a reconocer que tales cosas no son parte de su verdadera naturaleza, entonces el más ardiente deseo disminuye y finalmente se extingue, la persona escapa de la actividad de la Ley de Atracción y no necesita sufrir nuevos renacimientos hasta que se busque algún deseo o aspiración más altos, pues la evolución de la especie ofrece nuevas eras y gentes. Es así como que si uno se remontara por encima de la atmósfera terrestre —más allá de la esfera de la atracción de la Tierra, y entonces esperara hasta que la Tierra girara sobre sí misma y viera, muy abajo, el lugar que desea visitar, entonces todo lo que tendría que hacer sería dejarse caer hasta que la fuerza de gravedad ejercida por la Tierra lo condujera hasta el lugar deseado.

La idea del renacimiento compulsivo es horrible para la mente del hombre promedio, y con razón, puesto que viola su sentido intuitivo de la justicia y la verdad de esta gran ley de Vida. Estamos aquí porque quisimos estar, obedeciendo a la Ley de Atracción, obrando de acuerdo con nuestros deseos y aspiraciones, sí, también a menudo, ansias, después de la partida de nuestra última residencia carnal, y del período de descanso que siempre sigue a una vida. Y nunca estaremos en otra parte, o en ninguna otra vida, a menos que sea en razón de esa misma ley, puesta en operación en la misma forma. Es muy cierto que, el período entre vidas nos da una oportunidad de recibir el elevado conocimiento del Espíritu con mayor claridad que cuando está perturbado por cosas materiales pero, aun con esta ayuda adicional, a menudo nuestros deseos son tan fuertes que nos hacen rechazar los amables dictados del Espíritu, sobre lo que es mejor para nosotros (tal como hacemos en nuestra vida diaria) y permitimos que nos atrape la corriente del deseo, y somos arrastrados hacia el renacimiento en condiciones que nos permitan manifestar y expresar esos deseos u anhelos.

A veces la voz del Espíritu nos influencia hasta cierto grado, y nacemos en condiciones que representan un compromiso entre las enseñanzas del Espíritu y los deseos groseros, y con frecuencia el resultado es una vida desgarrada por deseos conflictivos y ansias levantiscas, aunque todo esto es una promesa de mejores condiciones para el futuro.

Cuando uno se ha desarrollado lo suficiente como para estar abierto en su vida física a la influencia de la Mente Espiritual, puede estar seguro de que su próxima elección de renacimiento se hará con la total aprobación y sabiduría de esa parte más elevada de su mente, y los viejos errores serán obviados.

Como una verdadera afirmación general, debemos decir que los que realmente perciben dentro de ellos esa conciencia de siempre haber existido y de tener prevista una existencia sin fin, no tienen nada que temer con motivo de futuros renacimientos inconscientes. Ya han alcanzado la etapa de la conciencia por lo cual, de allí en adelante, conocerán todo el proceso de las futuras encarnaciones, y harán el cambio (si lo desean) tal como uno cambia el lugar de su residencia o viaja de un país a otro. Están “liberados” de la necesidad del renacimiento inconsciente, del deseo ciego que ha sido su parte en el pasado y que es el sino de la mayoría de la especie.

La filosofía yogi enseña que el hombre siempre ha vivido y siempre vivirá. Que lo que llamamos Muerte no es sino ir a dormir para despertar a la mañana siguiente. Que Muerte no es sino una pérdida de conciencia  temporal. Que la vida es continua, y que su objetivo es desarrollo, crecimiento y desenvolvimiento. Que estamos en la Eternidad ahora, tanto como siempre podremos estarlo. Que el alma es el verdadero hombre, y no solamente un apéndice o añadido de su cuerpo físico, como muchos parecen verla. Que el alma puede existir igualmente bien fuera del cuerpo como en él, aunque cierta experiencia y conocimiento sólo pueden obtenerse en razón de una existencia física, y como consecuencia de esa existencia. Que ahora tenemos cuerpos, porque los necesitamos, cuando hayamos progresado hasta cierto punto no necesitaremos la clase de cuerpos que ahora tenemos y seremos liberados de ellos. Que en los planos más groseros de la vida fueron ocupados por el alma cuerpos mucho más materiales, que en planos más elevados ocupará cuerpos más finos. Que cuando vivimos fuera de las experiencias de una vida terrenal, salimos del cuerpo hacia un estado de reposo, y después renacemos en cuerpos, y en condiciones, de acuerdo con nuestras necesidades y deseos. Que la verdadera Vida es realmente una sucesión de vidas, de renacimientos, y que nuestra vida presente es meramente una dentro de un incontable número de vidas previas, siendo nuestro presente yo el resultado de experiencias adquiridas en nuestras previas existencias.

La filosofía yogi enseña que el alma ha existido por siglos, abriéndose su camino ascendente a través de innumerables formas, desde las inferiores hasta las más elevadas — siempre progresando, siempre desenvolviéndose. Que continuará desarrollándose y desenvolviéndose, a través de incontables eras, en muchas formas y fases, pero siempre cada vez más alto. El Universo es grande y amplio, y en él hay innumerables mundos y esferas para sus habitantes, y cuando estemos listos para mudarnos a esferas y planos superiores no seguiremos atados a la Tierra ni un momento más. 

Los yogis enseñan que, mientras la mayoría de la especie permanece en la etapa de la evolución espiritual inconsciente, quedan muchos que están despertando a la verdad y desarrollando una conciencia espiritual de la verdadera naturaleza y futuro del hombre, y que esas personas espiritualmente despiertas nunca más tendrán que pasar por la cadena de continuos renacimientos inconscientes, sino que su futuro desarrollo estará en un plano consciente, y que gozarán completamente de constante progreso y desarrollo, en lugar de ser meros peones en el ajedrez de la vida.

Los yogis enseñan que hay muchas formas de vida, muy inferiores al hombre, tan inferiores que no podemos concebirlas. Y que hay niveles de vida tan por encima de nuestro actual plano de desarrollo que nuestras mentes no pueden abarcar la idea. Las almas que ya han recorrido el Sendero por el cual transitamos ahora, nuestros hermanos mayores, constantemente nos están brindando su ayuda y estímulo, y con frecuencia nos extienden su mano favorecedora, aunque no la reconozcamos. En planos por encima del nuestro hay inteligencias que alguna vez fueron hombres como nosotros, pero que ahora han progresado tanto en la escala que, comparados con nosotros, son ángeles y arcángeles, y algún día nosotros estaremos entre ellos.

La filosofía yogi enseña que , que lees estas líneas, has vivido muchísimas vidas. Has vivido en las formas inferiores, abriéndote camino gradualmente en la escala. Cuando pasaste a la fase humana de existencia viviste como cavernícola, hombre de las cavernas, salvaje, bárbaro, guerrero, caballero, clérigo; erudito en la Edad Media. En todas las épocas, en todos los climas, entre todos los pueblos, has vivido, exististe, jugaste tu papel y moriste. En cada vida ganaste experiencias, aprendiste tus lecciones, te beneficiaste de tus errores, creciste, te desarrollaste y te desenvolviste. Y, cuando abandonaste el cuerpo y entraste al período de descanso entre encarnaciones, tu recuerdo de la vida pasada gradualmente se desvaneció, pero dejó en su lugar el resultado de las experiencias que adquiriste en ella. Así como no recuerdas mucho sobre determinado día, o semana, veinte años atrás, aun cuando las experiencias de ese día o semana hayan dejado huellas indelebles en tu carácter, y hayan influenciado desde entonces todas tus acciones, así, mientras puedes haber olvidado los detalles de tus previas existencias, aunque hayan dejado su impronta en tu alma, y tu vida diaria sea ahora lo que es en razón de aquellas experiencias pasadas.

Después de cada vida hay una especie de condensación de las experiencias, y el resultado, el verdadero resultado de la experiencia, va a formar parte del nuevo yo, del yo mejorado, que después de algún tiempo busca un nuevo cuerpo donde reencarnar. Pero en muchos de nosotros no hay una total pérdida de memoria de las vidas pasadas, a medida que progresamos llevamos con nosotros algo más de conciencia cada vez, y hoy en día muchos de nosotros tenemos atisbos ocasionales de remembranzas de alguna existencia pasada. Vemos una escena por primera vez y nos parece maravillosamente familiar, a pesar de que nunca antes la hemos visto. Hay una suerte de memoria persistente que incomoda. Podemos ver una pintura, alguna antigua obra maestra, y sentimos instintivamente como si ya la hubiéramos contemplado en el oscuro pasado y nunca antes hemos estado cerca de ella. Leemos algún viejo libro, y nos parece un viejo amigo aunque no recordemos haberlo visto nunca en nuestra vida presente. Escuchamos alguna teoría filosófica, e inmediatamente nos “aficionamos”, como si fuera algo conocido y querido en nuestra niñez. Algunos de nosotros aprendemos ciertas cosas como si estuviéramos reaprendiéndolas,  y, de hecho, tal es el caso. Nacen niños que desde la temprana infancia se convierten en grandes músicos, artistas, escritores o artesanos, aunque sus padres no tengan esa clase de talentos. Los Shakespeares surgen de familias cuyos miembros no tienen talentos y asombran al mundo. Los Abraham Lincolns vienen de las sendas de la vida, y cuando se les impone alguna responsabilidad muestran el mayor genio. Estas y muchas cosas similares sólo pueden explicarse por la teoría de la existencia previa. Conocemos personas, y nos asalta, irresistiblemente a pesar de nuestras protestas, la convicción de que la hemos conocido antes, que han significado algo para nosotros en el pasado pero, cuándo, ¡Oh! ¿Cuándo?

Algunos estudios se nos hacen muy fáciles, mientras que otros requieren gran trabajo. Ciertas ocupaciones nos parecen más simpáticas y, no importa cuántos obstáculos haya en el camino, seguimos abriéndonos paso hacia el trabajo afín. Nos enfrentamos a algún obstáculo desconocido, o las circunstancias exigen el despliegue de poderes o cualidades desusadas en nosotros y, ¡he aquí que tenemos la habilidad para realizar la tarea!   Algunos de los más grandes escritores y oradores descubrieron sus talentos “por accidente”. Todas estas cosas se explican por la teoría de la evolución espiritual. Si la herencia lo es todo, ¿Cómo puede suceder que algunos hijos de los mismos padres se diferencien tanto de los demás, de sus padres y de los parientes de ambas ramas de la familia? ¿Todo es herencia o atavismo? Entonces, por favor, dígannos, ¿De dónde heredó Shakespeare, de quién revierte?

Puede amontonarse un argumento sobre otro para probar lo razonable del renacimiento pero, ¿Qué importaría? El hombre puede comprenderlo intelectualmente y admitir que era una razonable hipótesis de trabajo pero,
¿Qué concepción intelectual alguna vez dio paz al alma, le dio ese sentido de realidad y verdad que le permitiría bajar al valle de sombras de la muerte sin vacilación — con una sonrisa en su rostro? ¡No!. Esa certeza viene sólo de la luz que la mente espiritual esparce sobre las facultades mentales inferiores. El intelecto puede arreglar los hechos, y deducir de ellos un curso de acción, pero el alma sólo se satisface con las enseñanzas del Espíritu, y hasta que las reciba tiene que sentir el desasosiego y la incertidumbre que llegan con el desarrollo del intelecto, y se hace la gran pregunta “¿Por qué?” que por sí sola no puede responder.

La única respuesta a la pregunta: “¿Es un hecho el renacimiento?” es:
“¿Tu alma lo reconoce como tal?”. A menos que el alma perciba por sí misma que la teoría es cierta, porque coincide con esa convicción interna, es inútil discutir el asunto. El alma debe reconocerlo por sí misma, debe responder su propia pregunta. Es cierto que la presentación de la teoría (la llamamos “teoría” aunque los yogis la conocen como hecho) despertará recuerdos en la mente de algunos, puede darles valor para considerar como razonables los pensamientos y preguntas medio formados que han rondado por años alrededor de sus mentes, pero es todo lo que pueden hacer. Hasta que el alma aprehenda y “sienta” la verdad del renacimiento, debe errar actuando en el plano subconsciente de la vida, teniendo un renacimiento forzado por sus propios deseos y anhelos, perdiendo gran parte de su conciencia. Pero, una vez que el alma ha aprendido a “sentir” la verdad, no vuelve a ser la misma, lleva consigo recuerdos del pasado, a veces pálidos y a veces nítidos, y comienza a manifestar una elección consciente en el asunto del renacimiento.

Tal como actúa la planta en el plano subconsciente, y el animal en el plano
semi-consciente, y el hombre en los planos de conciencia gradualmente progresivos, así el hombre evoluciona gradualmente desde el estado de renacimiento sub-consciente, hacia el plano semiconsciente, y de allí en adelante, incrementando poco a poco su conciencia, hasta vivir en el plano consciente, tanto en su vida física, como durante el período de reposo y en el nuevo nacimiento. Hoy en día hay entre nosotros hombres que están plenamente conscientes de existencias pasadas (pocos, es cierto, pero  muchos más de lo que la mayoría de la gente imagina), y que han sido así desde la temprana infancia, sólo que los días de su infancia transcurrían en un estado de somnolencia hasta que sus cerebros físicos estuvieron lo suficientemente desarrollados para permitirle al alma pensar claramente. De hecho, muchos niños parecen tener una débil conciencia del pasado pero, temerosos de los comentarios de los mayores, aprenden a ocultar esos trozos de remembranza hasta que ya no pueden recordarlos.

A los que no han despertado a la verdad del renacimiento, no pueden imponérsela con argumentos, y aquellos que “sienten” su verdad no necesitan de argumentos. De manera que en esta breve presentación de la teoría no hemos tratado de argumentar el asunto. Los que leen esta lección son atraídos por el tema en razón del interés despertado en alguna vida pasada, y sienten realmente que tiene que haber alguna verdad en él, aunque tal vez no hayan llegado todavía al punto en que puedan asimilarla completamente. Muchos de aquellos en quienes la verdad de la propuesta es mantenida por sus íntimos sentimientos o recuerdos fragmentarios muestran aversión a aceptarla completamente. Temen a la idea de renacer sin su consentimiento o su conocimiento. Pero, como les hemos dicho, ese es un temor infundado pues, si realmente están comenzando a “palpar” la verdad del renacimiento, su período de manifestación subconsciente en ese plano está terminando.

Muchos dicen que no tienen deseos de volver a vivir, pero en realidad quieren decir que no les gustaría vivir exactamente la vida que tienen, por supuesto que no, ellos no quieren la misma experiencia otra vez, pero, si hay una sola cosa en la vida que les gustaría; una simple posición que quisieran alcanzar; un simple deseo que consideran que debería cumplirse para hacerlos felices, entonces realmente desean volver a vivir para asegurarse lo faltante. Están aquí porque querían estar aquí, o tenían deseos que pedían satisfacción, y volverán a vivir en las circunstancias necesarias para satisfacer sus deseos o anhelos, o que puedan proporcionarle la necesaria experiencia para un mayor crecimiento espiritual.

Al estudiante de este asunto de la evolución espiritual, se le abre un gran mundo de interesantes hechos. Se arroja luz sobre la historia y el progreso de la humanidad, y se le presenta un fascinante campo de investigación. Debemos resistir la tentación de introducirnos en esta rama del tema, pues podría conducirnos hacia atractivos senderos que, debido a la falta de espacio, nos están vedados en estas lecciones elementales. No obstante podemos hallar sitio para decir algo más acerca de estos temas.

La Tierra es uno dentro de una cadena de planetas pertenecientes a nuestro sistema solar, todos los cuales están íntimamente conectados a los demás en esta gran ley de la evolución espiritual. Grandes oleadas de vida pasan rápidamente por la cadena, llevando especie tras especie, de un planeta a otro a lo largo de la cadena. Cada especie permanece en un planeta durante un cierto período y luego, al haberse desarrollado, pasa al planeta superior siguiente en la escala de la evolución, para encontrar allí condiciones más apropiadas para su desenvolvimiento. Pero este progreso de un planeta a otro no es circular, recuerda una espiral, girando y girando, mientras se eleva con cada curva.


Supongamos un alma conducida a uno de los planetas de nuestra cadena planetaria, en un estado de relativo subdesarrollo en el crecimiento espiritual, ocupando un lugar bajo en la escala de la evolución. En numerosas encarnaciones el alma adquiere las experiencias que le llegan en esa etapa, y luego es conducida hacia el siguiente planeta más alto en la cadena, junto con el resto de esta especie en particular, y reencarna allí. En este nuevo hogar ocupa un plano francamente más adelantado que el que ocupaba en el anterior, constituyendo toda la especie el núcleo de una nueva especie allí, siendo algunos los pioneros, mientras que otros les seguirán más tarde. Pero aun esta etapa avanzada (comparada con la del planeta que acaba de dejar atrás) puede ser muy inferior, en la escala del progreso, a la de otras especies llevadas junto con ella al mismo planeta. Algunas de las especies, las más insignificantes en el punto de evolución de esta Tierra, pueden haber estado mucho más cercanas a las más elevadas etapas de desarrollo en el último planeta habitado por ellas, y aun así han progresado significativamente con el cambio, la más alta de un planeta inferior tal vez esté menos desarrollada que la más baja de otro más adelantado a lo largo de la cadena planetaria. Muchas de las especies que anteriormente habitaron la Tierra, cuyas huellas se encuentran ocasionalmente, han pasado a una etapa superior de desarrollo. La Historia nos muestra que una especie tras otra entraron a escena durante el desarrollo de la Tierra, representaron su papel en el escenario de la acción, y desaparecieron, ¿A dónde fueron? Las filosofías ocultas proporcionan el eslabón faltante a la explicación. Nuestra especie ha crecido desde la edad de piedra, y aun más atrás, continuará progresando y desaparecerá, dejando el espacio a alguna otra especie que desde ya pudiera estar enviando pioneros desde algún otro planeta.

Esto no significa, necesariamente, que todas las razas de las que nos habla la Historia hayan desaparecido de la Tierra. Por el contrario, los ocultistas saben que algunas, de hecho, la mayoría, de las razas conocidas por la Historia, han encarnado en alguna de las razas de hoy. La confusión se explica por el hecho de que cada especie tiene varias sub-especies, que realmente pertenecen a la raza principal. Por ejemplo, los ocultistas saben que los antiguos egipcios, los romanos, los griegos, los atlantes, los antiguos persas, etc., etc. viven ahora en esta Tierra, que las almas que antiguamente encarnaron en aquellas razas, están encarnadas ahora en la razas modernas. Pero, hay otras razas, las prehistóricas, que desaparecieron completamente de la atracción terrestre, y se han ido a los planos más elevados de acción de planetas más elevados. Hay numerosos planetas más abajo en la escala del progreso que nuestra Tierra, y hay otros más elevados, hacia los cuales nos dirigimos. Por supuesto, hay otros sistemas solares, otras cadenas de soles, otros sub-Universos, y todo esto está por delante de todas las almas, no importa cuan inferiores o humildes sean.

En este momento nuestra especie está atravesando un importantísimo período de evolución. Está pasando de la etapa del desarrollo espiritual inconsciente a la etapa consciente. Muchos ya han alcanzado su etapa consciente, y muchos más están despertando. Finalmente toda la especie la alcanzará, siendo esto anterior a su mudanza. Este gradual despertar a la conciencia espiritual es el causante de todo este desasosiego en el mundo  del pensamiento, de esta ruptura con viejos ideales y formas, de esta sed de verdad, de este correr de un lado a otro tras nuevas verdades replanteando las viejas. Es un período crítico de la historia de la especie, y muchos sostienen que esto implica una posible división de la especie en dos sub-especies, una de las cuales tendría conciencia espiritual, y se adelantaría a la restante subespecie de hermanos más lentos que tienen que cultivarse gradualmente. Pero las razas se unirán de nuevo antes de salir finalmente de la Tierra, según está dispuesto por la Ley de Causa y Efecto Espiritual. Todos estamos interesados en el progreso de los demás, no sólo porque somos hermanos, sino porque nuestra propia alma tiene que esperar hasta que toda la especie progrese. Por supuesto que el alma que evoluciona más rápidamente no tiene que reencarnar simplemente porque su hermano más lento tiene que hacerlo. Por el contrario, el alma más altamente desarrollada pasa un largo tiempo esperando en los planos más altos del mundo astral, mientras sus hermanos más lentos forjan su evolución en los repetidos nacimientos, estancia que le brinda al alma desarrollada gran felicidad y provecho, como se explicó en otras lecciones. No obstante, muchas de estas “almas en espera”, eligen sacrificar su bien ganado descanso, regresando a la Tierra para ayudar y levantar a sus hermanos, tanto en forma de ayudantes espirituales, o hasta con un renacimiento deliberado y consciente (no necesario para su desarrollo) en que toman deliberadamente un cuerpo carnal, con todas sus aflicciones, con la finalidad de ayudar a sus hermanos más débiles a alcanzar la meta. Los grandes maestros de los pueblos, han sido muchas veces estas almas auto-sacrificadas que voluntariamente “renuncian al cielo” por amor a sus prójimos. Es muy difícil imaginar cuán grande es este sacrificio, ese retornar desde un plano de alto desenvolvimiento espiritual a una civilización relativamente poco desarrollada. Es como un Emerson haciendo trabajo misionero entre los bosquimanos.

¿Hacia qué meta tiende toda esta evolución?. ¿Qué significa todo?
Desde las formas de vida más inferiores, hasta las más elevadas, todas están en el Sendero. 
¿Hacia qué lugar o estado conduce el Sendero? 
Tratemos de responder pidiéndoles que imaginen una serie de millones de círculos concéntricos. Cada círculo representa una etapa de vida. Los círculos exteriores están llenos de vida en sus formas inferiores y más materiales, cada círculo más cercano al centro sustenta formas cada vez más elevadas, hasta que los hombres (o los que fueron hombres) se vuelven como dioses. Las formas de vida se vuelven cada vez más altas, hasta que la mente humana no puede concebir la idea. Y, ¿Qué hay en el centro?
El cerebro de todo el cuerpo espiritual — el Absoluto — ¡Dios!

¡Y todos nos dirigimos hacia ese centro! 
(14 Lecciones Filosofía Yogui)

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