El Qi se refiere a la energía que no es física, pero que sostiene la
vitalidad y el funcionamiento del cuerpo físico. El concepto de Qi es muy
similar al prana (fuerza vital) de los hindúes. Así como en chino la palabra Qi significa
aliento, ocurre lo mismo con la palabra prana del sánscrito.
El prana de la tradición india representa el principio que mantiene al
cuerpo físico con vida de la misma manera que el Qi de la
tradición china. Así como cualquier desorden del Qi resulta
en alguna enfermedad, lo mismo pasa con el prana. De
la misma manera que el Qi está circulando permanentemente en el
cuerpo a través de los meridianos, el prana circula en los nadis.
Xie Qi, o 'energías perversas', es el nombre que
los chinos le dan a esas energías tóxicas. En la palabra Xie Qi, Qi significa
energía o fuerza vital, mientras que Xie significa viciado, corrupto, irregular, no
ortodoxo. Xie Qi se refiere a las influencias
medioambientales insalubres que debilitan el sistema y crean enfermedades. Muchas
energías perversas podrían no creer enfermedades, o ni siquiera desórdenes
funcionales en el cuerpo. Sin embargo, crean desórdenes funcionales del Qi en el
cuerpo, una disonancia que altera el equilibrio de la capa del Qi. De
acuerdo con los chinos, mientras más temprano se corrige el desorden del Qi, más
se podrá asegurar la prevención de enfermedades. Esto se debe a que en la
mayoría de los casos, antes de que se cristalice un desorden físico en una enfermedad,
ya existe un desorden del Qi.
Al reconocer y armonizar los desequilibrios del Qi, es
posible prevenir muchas enfermedades. Este énfasis en la medicina preventiva se
refleja en el hecho de que los chinos de la antigüedad solamente le pagaban a
su médico mientras se mantuvieran sanos, y dejaban de pagarle cuando éstos
contraían una enfermedad.
Las energías perversas no son lo mismo que los entes. No
obstante, comparten características similares. Por ejemplo, tanto las energías
perversas como los entes son elementos ajenos que no pueden ser digeridos o
integrados adecuadamente. Así, permanecen dentro del sistema humano como algo
no físico y extraño.
El Qi, o prana, corresponde a lo que las corrientes esotéricas de
occidente llaman el etérico. El cuerpo etérico es por
lo tanto la 'envoltura hecha de prana'. De la misma manera en que los chinos
observan al Qi impregnando el cuerpo físico en su totalidad, lo mismo sucede
con el cuerpo etérico. Por ejemplo, uno podría tomar el ejemplo de la esponja
(el cuerpo físico) empapado por el agua (el cuerpo etérico). Sin embargo, el
cuerpo etérico también se extiende más allá de los límites del cuerpo físico.
En la medicina tibetana, a veces se aplica acupuntura en puntos situados más
allá de los límites de la piel, ¡es indoloro!
Siempre y cuando la persona esté con vida, los cuerpos físicos y
etéricos permanecen unidos entre sí. El etérico es la vida del físico, el cual
no podría sobrevivir sin el primero. En raras ocasiones, por ejemplo cuando se
le adormece un brazo o una pierna, una parte de su etérico se desplaza
temporalmente fuera de su físico. El doloroso hormigueo que viene después,
cuando la persona empieza a mover la extremidad, indica que el etérico está regresando
a la parte física que le corresponde. Desde luego que esta separación es
parcial y transitoria. Las separaciones completas no son del todo imposibles
pero ocurren en muy raras ocasiones.
Hay, sin embargo, una situación excepcional en la que ocurre un
fuerte grado de separación entre el etérico y el físico. En algunas
iniciaciones, parte del entrenamiento esotérico de antiguas escuelas
de misterios, los candidatos eran sometidos a trances profundos (parecidos a la
muerte) por un cierto período de tiempo (generalmente tres días), durante los
cuales eran llevados a viajar por los mundos espirituales. Una vez que el viaje
de tres días había terminado, los candidatos eran regresados de nuevo a su
cuerpo. A estas personas se les llamaba iniciados debido a todo lo que habían
visto.
Sin embargo, a no ser por circunstancias tan extraordinarias
como ésta, el cuerpo físico y el etérico nunca se separan mientras la persona
esté con vida. Es sólo después de la muerte física (debido a la partida final
del cuerpo astral y el Ego) que el cuerpo entero empieza a disolverse en el
mundo etérico, abandonando así el cuerpo físico, el cual empieza a descomponerse.
Después de la muerte, el destino de estas dos envolturas se asemeja: cada una
es disuelta y reabsorbida por su medio ambiente. El cuerpo físico regresa al
mundo físico, mientras que el cuerpo etérico regresa al mundo etérico.