La enfermedad tiene sentido biológico. Se produce para superar un obstáculo biológico. Ese obstáculo es la confrontación entre una necesidad y su satisfacción.
Cuando sucesos dramáticos imposibilitan la satisfacción de esa necesidad, surge un conflicto en el plano biológico.
El cerebro activa entonces este programa arcaico de supervivencia, que es la repetición de la solución que encontró hace millones de años, cuando el órgano enfrentó por primera vez la imposibilidad de satisfacer esa necesidad biológica. Comienza a producir células que enfrenten esa necesidad o bien genera úlceras o necrosis para dar espacio a esa necesidad o altera la función de ese tejido para adaptarse al nuevo requerimiento.
Por ejemplo: El cerebro interpreta que la necesidad de nutrición no es satisfecha y le da una solución biológica. El cerebro percibe que en el estómago hay algo que no pasa y rápidamente quiere eliminar ese trozo demasiado grande. Pero lo que está atascado allí no es un trozo de alimento sino la traición de un amigo o la injusticia no reparada. No es que nuestro cerebro sea incapaz de diferenciar un trozo de alimento de una injusticia. Es que la situación vivida lo sorprende, lo deja sin análisis ni discriminación. No actúa nuestro moderno cerebro sino nuestro antiguo cerebro.
Es un cúmulo de tensión que por su intensidad no puede ser analizado ni asociado por la psiquis. Es el sistema nervioso autónomo quien responde. Un estado de alerta permanente que busca una solución biológica.
Pero esto no es una decisión consciente. Se ha activado un programa cerebral de supervivencia.