Los procesos de la vida son cíclicos y osmóticos. Cada forma de vida en esta tierra tiene su propio reloj de arena, así es como se presentan los estados de la naturaleza. Estos procesos se disturban cuando se alteran los intercambios energéticos y bioquímicos en el ser, conduciéndole hacia las enfermedades provocadas.
La excesiva acumulación en el cuerpo humano de toxinas, de metales, de químicos utilizados en la agricultura, en la industria de alimentos, en los medicamentos y en las vacunas, de las radiaciones ionizantes, por la exposición a rayos x y gama o luz ultravioleta y de partículas en suspensión ocultas en el agua o el aire, que las podemos ingerir al tomar el líquido vital o simplemente respirar, altera los medios internos.
En estas condiciones, el ph (potencial hidrógeno) se vuelve ácido, se acumulan radicales libres. Se conforma así un caldo de cultivo donde pueden florecer con facilidad microorganismos como bacterias, virus, hongos, parásitos, priones, que producirán junto con las toxinas, las enfermedades.
El cuadro de ellas es de lo más diverso, va desde las diarreas, faringitis, tétanos, tuberculosis, diabetes, artritis, osteoporosis, leucemias, alergias, cánceres, cefaleas, neuralgias, eczemas, hemorroides, obsesidad, constipación a la gama de enfermedades cerebrales, psíquicas, arteriales. Las cuales en muchos casos son de difícil solución y persistirán como una forma de tormento, de angustia, de preocupaciones y desvelos, y acortarán la vida.
En el ciclo de la respiración, los seres humanos aspiran oxígeno y exhalan anhídrido carbónico, que a su vez es tomado por las plantas y vegetales para ser devuelto como oxígeno, en un intercambio recíproco de gases, en el que los unos dependen de los otros.
Las células del cuerpo respiran oxígeno en presencia de un ph alcalino de 7.3 a 7.45, en una escala del potencial hidrógeno que va del 0 al 14. Este es el indicador de la calidad de la sangre y determina si es ácida o alcalina. El término medio es el 7, los valores que bajan de 7 a 0 indican acidez y los que van de 7 a 14 alcalinidad.
Los ph ácidos indican la fermentación de la sangre y el cuerpo, expresan la disminución del consumo de oxígeno por parte de las células y revelan un estado de sufrimiento interno por el deterioro del sistema defensivo y el aparecimiento de las enfermedades.
En situaciones extremas, incluso cierto tipo de células dejan de respirar oxígeno y comienzan a respirar anhídrido carbónico, han mutado, se han transformado en vegetales y han activado en su interior a los oncogenes cancerígenos que controlan su crecimiento celular y mitótico. Al mismo tiempo la muerte de otras células aumenta la condición ácida y acelera el crecimiento y desarrollo de los cánceres.
Es un «pantano de acontecimientos» de diferentes dimensiones y profundidades cuánticas. Todas son tóxicas, energéticas o físicas y disminuyen al ser precipitándole hacia la muerte.
La acidificación de la sangre y del medio extracelular va avanzando con los años de la persona, se acelera con la ingesta de azúcar refinada que aumenta los estados fermentativos ácidos, también con los cárnicos que producen putrefacción sobre todo intestinal y con los lácteos que generar reacciones autoinmunes a largo plazo.
Los vegetales y las ya comunes dietas vegetarianas, contribuyen a mantener la alcalinidad de la sangre, contribuyendo a un buen estado físico y mental. Desde luego cada persona necesita su propia dieta, no existen dietas universales y uniformes. Además para el tratamiento de cada enfermedad es pertinente una dieta específica.
El consumo de colas, gaseosas, jugos envasados, cafés, aguas aromáticas, endulzados con azúcar refinada, bajan el ph a unos 2,5 ácido. Por lo que para reparar el daño será necesario consumir 32 vasos de contenidos alcalinos para alcanzar un ph 7.3 o 7.45. Esto significa que un vaso de cola o gaseosa de 10 onzas, baja 16 millones de veces un trillón de oxígeno, equivalente a 32 vasos de agua o sustancias alcalinas
Autor: Víctor Hugo Rivadeneyra A.