El alma es esa parte de nosotros que existe a través de los tiempos, no solo durante aquellos períodos en los que se introduce en un cuerpo físico y habita en la tierra, sino también en los intervalos comprendidos entre las vidas terrenas.
Tanto cuando el alma participa en la vida terrena como cuando no lo hace, pasa por una serie de experiencias que sirven para su evolución, le ayudan a percibir nuevamente su unidad con Dios en el amor.
El concepto de reencarnación implica que las almas nuevas no se crean en el momento de la concepción ni del nacimiento.
Las almas que van a penetrar en un cuerpo nuevo ya existían antes, y han estado en otros cuerpos en vidas anteriores.
En las encarnaciones previas, estas almas han pasado por diversas experiencias y han tomado numerosas decisiones.
Tales decisiones han producido unos efectos concretos y han determinado el desarrollo actual de cada alma individual.
A causa de la elecciones realizadas por el alma, el individuo alcanza un estado en el cual ha de aprender determinadas lecciones para seguir avanzando por la senda del Espíritu.
Cada uno tiene además, cierta aptitudes que ha desarrollado en vidas anteriores. Dichas aptitudes son consecuencia de las acciones que hubo de realizar, las debilidades que hubo de superar y las fuerzas con que contó para superarlas.
Cada encarnación es una oportunidad que el Espíritu nos da para aprender aquello que necesitamos saber y cumplir la porción del plan divino que podemos ejecutar mejor, teniendo en cuenta el grado de desarrollo que hemos alcanzado.
Cada vez que nos encarnamos, el alma atrae el conjunto de circunstancias que resulta adecuado para el cumplimiento del fin individual que ha de alcanzar en esa vida.
Por tanto, el cuerpo físico, la familia, el medio ambiente, la cultura y otras circunstancias que rodean nuestro nacimiento reflejan aquello que necesita el alma para su desarrollo, dichas necesidades son el resultado de las elecciones realizadas en anteriores encarnaciones.
Los sucesos acontecidos en nuestras anteriores encarnaciones físicas influyen mucho en la definición de nuestras actuales emociones y sentimientos.
Nadie puede escapar a su historia y a sus creaciones. El cuerpo físico es el templo por el que el alma puede disolver los conflictos y los nudos que ha engendrado y que quiere intensamente resolver.
La muerte del cuerpo no permite ninguna interrupción a ese proceso y creer que “matarlo” pondrá un punto final a los problemas de la vida es una ilusión suplementaria.
