Probablemente, la paradoja más conocida del mundo.
Proviene de la expresión “¿Qué fue primero, el huevo o la gallina?”, ya que las gallinas ponen huevos y de ellos provienen los pollos. Esta expresión llena de ambigüedad condujo a filósofos antiguos cuestionar cómo se originó la vida y el universo.
En el habla popular, el referirse a la cuestión “el huevo o la gallina” hace hincapié en la inutilidad de preguntarse quién fue primero, es una “círculo vicioso”. Es en esta forma de ver el problema en que yace la naturaleza fundamental de la cuestión, ya que la respuesta literal es un tanto obvia.
La comunidad científica puso fin a este debate cuando Charles Darwin expuso su teoría de la evolución. En realidad, la paradoja del huevo y la gallina es errónea desde sus inicios, ya que en el planteamiento que acompaña a la pregunta se asume que todo huevo del que nace una gallina ha sido puesto por una gallina. Pero esto es como si afirmáramos que el primer homo-sapiens nació de otro homo-sapiens, o que uno nace de si mismo. Lo cual no es cierto. Así como tampoco es cierto que las gallinas se originaron de las gallinas. Lo que sí es cierto es que las gallinas tuvieron que nacer de un huevo. Por lo que la primera gallina nació de un huevo, pero, puesto por otro animal anterior a la gallina. Es la evolución la que explica esta antigua paradoja.