Hay siete necesidades biológicas que hemos de sentir cubiertas en todo momento: respirar, beber, alimentarnos, reproducirnos (=mantener la especie), protegernos (a nosotros mismos y a nuestro clan), valorarnos (=necesitamos sentirnos que somos capaces, que podemos actuar) y relacionarnos (=identidad, reconocimiento, y pertenencia en el territorio).
Cuando alguna de ellas se queda sin abastecer siento peligro y vivo un estrés: el peligro de ahogarme si no puedo respirar, de morir por falta de agua o comida (o de no poder alimentar), de no poder ser madre/padre, de no sentirme protegido o de proteger, de no sentirme valioso cuando me comparo porque soy incapaz de…, o el de sentir que me falta el contacto, que no puedo comunicarme o que no sé quién soy (en relación a la familia, sociedad…).
Este peligro activa una alerta, una emoción que se deja sentir en todo mi ser (más allá de las explicaciones intelectuales que quiera dar la razón), y si esta emoción no la expreso y la callo, mi cuerpo hablará por ella y la llorará con dolor (síntoma o enfermedad) o se manifestará en forma de drama en situaciones problemáticas en mi vida. La enfermedad es por tanto la realidad biológica que aparece como demanda a una necesidad biológica no cubierta.