Los eventos externos como generadores de estrés no necesariamente deben ser muy notorios o intensos, sino que pueden “acumularse” en sus efectos hasta que llegamos al límite. La manera en que interpretamos y pensamos acerca de lo que nos ocurre afecta a nuestra perspectiva y experiencia de estrés. De manera que con frecuencia es nuestra interpretación lo que genera (o potencia) una reacción negativa de estrés, más que el evento o situación a la que nos enfrentamos.
Nuestra reacción a las situaciones del entorno, está también afectada por nuestro nivel general de salud y bienestar. Una persona que está siempre agobiada, que duerme poco y no come de manera equilibrada, probablemente disponga de menos recursos para afrontar situaciones difíciles. La clave está en que logremos equilibrar descanso, alimentación, ejercicio físico, trabajo-estudio y ocio.
Las posibles causas desencadenantes de estrés pueden ser llamadas “estresores” o “factores estresantes” y pueden ser cualquier tipo de estimulo externo o interno, positivo o negativo, que de manera directa o indirecta propicie el desequilibrio o desestabilización del organismo.
Puede ser por ejemplo una mudanza, el nacimiento de un hijo, la muerte de un ser querido, el matrimonio, el divorcio, la pérdida de empleo o dificultades económicas.
Podríamos considerar 8 grandes categorías de estos factores desencadenantes:
1 - Situaciones que fuerzan a procesar información rápidamente, por ejemplo: un cambio de empleo.
2 - Estímulos ambientales dañinos, por ejemplo: ambientes ruidosos, poco seguros.
3 - Percepciones de amenaza.
4 - Alteraciones de las funciones fisiológicas, por ejemplo: enfermedades, adicciones.
5 - Aislamiento.
6 - Bloqueo en nuestros intereses.
7 - Presión Grupal.
8 - Frustración